El mercado de las energías renovables en América Latina ha
experimentado una dramática transformación en los últimos años: los riesgos
políticos, las tendencias en las inversiones, los avances tecnológicos y los
choques externos han afectado de muchas maneras al sector. A medida que la pandemia del covid-19 sacude como nunca
las economías del mundo, desde Atlas mostramos
las tendencias del mercado latinoamericano y ofrecemos nuestra perspectiva del
futuro del sector.
El sector de la energía resiste en medio de la
ralentización de los proyectos de infraestructura
A medida que se calculan los
costos económicos y humanos de el covid-19, comienza a revelarse el impacto de la pandemia
sobre los proyectos de infraestructura. El coronavirus ha cerrado fábricas, detenido
la producción y retrasado los embarques. La Conferencia de las Naciones Unidas
sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés) calcula una
caída potencial de las exportaciones mundiales del orden de los 50.000 millones
de dólares solo en el primer trimestre de 2020[1].
Del lado de la demanda, debido a
que los recursos financieros y humanos de los gobiernos están ocupados en
combatir la pandemia, los proyectos de infraestructura que estaban en marcha se
han detenido y los que estaban previstos se han cancelado. Con el confinamiento
aún vigente en muchas regiones, las compras de los gobiernos se han paralizado,
mientras que las restricciones operativas y la incertidumbre económica aplazan
la inversión privada en muchos proyectos de infraestructura.
La situación en el sector de la
energía es distinta. Dado que mucha de la actividad económica depende de la
electricidad; el
mantenimiento, y aún la expansión para su
acceso se han convertido en prioridades. De hecho, los gobiernos en América
Latina han catalogado como claves a los proyectos de energía, aun durante el
confinamiento.
La demanda por las energías renovables se mantiene, incluso
frente a la caída del consumo de electricidad
Esto no quiere decir que todo esté
bien en el sector de la energía. La pandemia ocasionada
por el covid-19 ha causado el mayor colapso de la
energía global en más de siete décadas, con una caída de 6% de la demanda en
2020, el equivalente a perder toda la demanda de la India, el tercer país con
mayor consumo energético del mundo[2].
La peor parte de este colapso
energético se la lleva el carbón, cuya caída es tal que es posible que esta
industria no se recupere.
Las estadísticas apoyan nuestro
parecer: durante todo un mes, en el Reino Unido no se encendió un solo trozo de
carbón para producir electricidad, el período ininterrumpido más largo desde
1882. Suecia cerró dos meses antes de lo previsto su última planta de
producción de electricidad con base en carbón. Y por primera vez en la historia, este año
Estados Unidos producirá más energía a partir de fuentes renovables que de
carbón. No creemos que el carbón regrese en el futuro próximo, mucho menos
cuando las preocupaciones sobre las emisiones de carbono y el cambio climático
han puesto dudas sobre la aprobación de nuevos proyectos.
La caída de la demanda de casi
todos los combustibles es, en general, enorme, especialmente de carbón,
petróleo y gas. Pero las energías renovables se mantienen, de acuerdo con un
reciente reporte de la Agencia Internacional de la Energía. Según este
organismo, las energías solar y eólica están en camino de aumentar la
producción de energías renovables en un impresionante 5%, mientras los
gobiernos aprovechan la baja demanda para reducir la dependencia de los
combustibles fósiles y hacer la transición hacia las energías limpias.
Adicionalmente, dado que la pandemia golpea las finanzas de las
empresas, estas están comenzando a buscar fuentes de energía más económicas, de
manera de reducir sus costos; el resultado es un impulso adicional a la demanda
por las energías eólica y solar. Como resultado, el sector energético que
emergerá de la crisis económica actual será bastante distinto: las energías
renovables darán forma al futuro de la energía.
Los avances tecnológicos disminuyen los costos
Una de las más obvias razones por
las que a las energías renovables les va bien, particularmente en América
Latina, son sus bajos costos. Esta tendencia a la baja de los precios se va a
consolidar aún más, a medida que los avances tecnológicos hagan que las
energías solar y eólica sean más baratas (y sobre todo, mejores).
Y no lo decimos nosotros. El más
reciente informe de la Agencia Internacional para las Energías Renovables
(IRENA, por sus siglas en inglés) muestra que la energía renovable no
subsidiada es hoy la fuente de energía más asequible en muchos lugares y
mercados, y que los costos seguirán reduciéndose en la próxima década.
Mientras tanto, las mejoras en los
sistemas de almacenamiento de energía mediante baterías —que pueden incorporar
grandes cantidades de energías solar y eólica a los sistemas de energía—, así
como el aumento de las redes inteligentes y de los sistemas de medición en América
Latina harán que la producción de electricidad renovable a bajo costo sea la
punta de lanza de la transformación del sector energético de Latinoamérica hasta 2050.
Una nueva perspectiva financiera
A medida que los gobiernos traten
de superar los efectos económicos de la pandemia, los inversionistas aumentarán
sus demandas por obtener retornos seguros, rentables y predecibles. Los
proyectos de energías renovables (ya operativos o completamente nuevos) de
empresas como la nuestra, con una robusta experiencia en la industria, cobran
aún más sentido en tiempos como este.
De hecho, como las energías eólica y solar ya no se consideran tecnologías incipientes, los inversionistas se sienten cada vez más cómodos en estos sectores. Los más recientes datos de BloombergNEF lo prueban: la inversión mundial en energías renovables escaló a 282.000 millones de dólares en 2019, 1% más que el año anterior, incluso en un ambiente de negocios global moderadamente optimista.
En América Latina, este
crecimiento fue sustancialmente mayor. En 2019, la inversión en energías
renovables en Brasil aumentó 74%, hasta los 6.500 millones de dólares; en
México fue de 4.300 millones, un 17% más, mientras que en Chile alcanzó los
4.900 millones, cuatro veces más. Solo Argentina fue la excepción, con una
caída de 18%.
La inversión en el sector llega de
todos lados. En los últimos cinco años, los mayores bancos de inversión han
incrementado su financiamiento de largo plazo, y también los mercados de capital han confiado en el sector.
Esta oferta de opciones permite a los promotores obtener recursos de manera más
eficiente, tanto en términos de costos como de plazos, que se traducen en una
disminución de los costos de la electricidad, lo que a su vez hace que se
puedan obtener contratos al menor precio.
Además, la creciente tendencia hacia unas finanzas sustentables está dando dividendos en el mercado de las energías renovables de América Latina, con bonos verdes grado inversión que impulsan la construcción de numerosos proyectos en la región. Nuestra reciente colocación privada de 253 millones de dólares con DNB Markets para refinanciar a Javiera y construir Sol del Desierto, dos plantas de energía solar en el norte de Chile, es hasta hoy la mayor colocación privada “verde” para financiar una planta fotovoltaica en América Latina. Mientras tanto, estructuras financieras innovadoras, como los 114 millones de dólares en bonos que emitimos para nuestras plantas solares El Naranjal y Del Litoral, en Uruguay, demuestran la habilidad de los actores nacionales para armar una estructura de capital sólida. La emisión fue colocada por DNB Markets y la Corporación Interamericana de Inversiones, y fue dispuesta como una estructura de bonos clase A y clase B con un tramo grado inversión y otro tramo grado subinversión, ambos a tasas atractivas y largos plazos.
El auge de los PPA corporativos
Sin embargo, estructurar el tipo
adecuado de financiamiento es solo la mitad de la batalla. Para los
inversionistas, la clave de su decisión es la habilidad de un productor de
energía para firmar contratos de suministro con consumidores con sólidos indicadores
financieros.
Debido en gran parte a la presión sobre las empresas para que adopten soluciones energéticas sostenibles y económicas, en América Latina han cobrado auge los acuerdos de compraventa de electricidad (PPA, por sus siglas en inglés), en los que las empresas compran electricidad directamente a productores de energía independientes y no a empresas de servicios públicos.
En este sentido, 2019 fue un año récord para los PPA en América Latina. Ese
año, las empresas compraron 2 gigavatios de energía limpia (tres veces más que
en 2018). Estas compras se incrementarán a medida que un creciente número de
compañías reduzcan sus emisiones, en línea con el Acuerdo de París y con iniciativas
como la RE100, en la que las grandes empresas se comprometieron a cubrir todo
su consumo de electricidad con energías limpias.
Pero no son sólo las consideraciones de
sustentabilidad las que impulsan esta tendencia. La liberación de los mercados
juega también su parte. En efecto, en Argentina, Brasil, Chile, Colombia y Perú
se han promulgado reglamentos que facilitan el acceso de los consumidores a los
contratos bilaterales de adquisición de energía y a los mercados de energía al
contado; con esos acuerdos las empresas pueden obtener ventajas financieras y
económicas, como capacidad para predecir los precios a largo plazo y para
protegerse frente a los incrementos de los precios.
A medida que crecen los mercados
de producción y almacenamiento de energía renovable, más estructuras
innovadoras están disponibles para difundir los PPA corporativos a un número
mayor de clientes. La tendencia es hacia suscribir menos contratos take-or-pay (que obligan al comprador a
pagar por la energía, independientemente de si el vendedor la entrega o no) y
más acuerdos adaptados a las necesidades energéticas de los clientes.
La inversión y las políticas energéticas apoyan la
transición hacia las energías renovables e impulsan la economía
Durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático efectuada en Madrid en 2019, una iniciativa regional coordinada por la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE) propuso que al menos 70% de la electricidad producida en 2030 en la región se obtenga a partir de energías renovables. El acuerdo, suscrito por Chile, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, Guatemala, Haití, Honduras, Paraguay y Perú, está abierto a incorporar otros países. La intención del acuerdo es también aprovechar el extraordinario progreso alcanzado en América Latina gracias a las reformas aplicadas por los gobiernos, cuyo objetivo ha sido atraer inversiones a la industria de las energías renovables.
América Latina continuará a la
vanguardia en su esfuerzo para aumentar la participación de las energías
renovables en su matriz energética, aún en el incierto escenario político de algunos países. De
hecho, si bien en sus inicios los gobiernos suelen proponen nuevas políticas de
inversión y de energía que afectan el apetito de los inversionistas, el
compromiso general con las energías limpias se ha mantenido bastante constante
en Latinoamérica.
La continua rentabilidad de la energía renovable ofrece un marcado contraste con otras inversiones en la región; muchos ven al sector como una apuesta segura en estos tiempos turbulentos. De hecho, más que ser una apuesta segura, creemos que las energías renovables ayudarán a acelerar la recuperación económica de América Latina después de la covid-19.
Tierra
de oportunidades, con el socio correcto
El mercado de la energía renovable en Latinoamérica se encuentra en un punto de inflexión, listo para expandirse y para ayudar a la recuperación económica después de la covid-19. Con políticas energéticas y de inversión favorables y una demanda de energía limpia en aumento, la región ofrece un panorama sin precedentes para inversionistas capaces de comprender el mercado.
Pero no todas las oportunidades son iguales.
Para lograr sacar provecho de la actual revolución de la energía verde en
América Latina, los inversionistas deben asegurarse de contar con socios
confiables capaces de diseñar transacciones favorables basadas en una gestión de riesgos consistente y en
contratos de financiamiento estables y a largo plazo con promotores solventes.
Atlas
es una empresa líder en la generación de energía renovable con operaciones en
América Latina. Con una de las bases de activos solares más grandes de la
región, Atlas se especializa en desarrollar, construir y operar proyectos de
energía renovable a gran escala adaptados a las necesidades energéticas de
América Latina. Para mayor información: contacto@atlasren.com
FUENTES
[1]
https://unctad.org/en/pages/newsdetails.aspx?OriginalVersionID=2297
[2] https://www.weforum.org/agenda/2020/05/covid19-energy-use-drop-crisis/